CARMEN, ópera dramática en cuatro actos, estrenada en el  Théâtre National de l’Opéra-Comique de París el 3 de marzo de 1875

Carmen es una obra maestra del arte lírico de todos los tiempos, actual y vanguardista. La puesta en escena de Roberta Mattelli, presenta una historia atemporal con mucho movimiento. Ha elegido presentar un coro mu dinámico dentro de una puesta en escena infrecuente, que refuerza su intervención. Gran provocadora, seductora, anticonformista, Carmen, trabaja como un pájaro libre; cigarrera en Sevilla, estamento del proletariado más bajo, se puede comprender por qué ella cantaba, con todo su corazón a la libertad: …libre nací y libre moriré…

La fuerza de esta pieza nace del contraste entre los caracteres vulgares de sus personajes y del tono alegre y ligero de la ópera, muy contrapuesta a la gran tragedia griega. Adelantada a su época, esta mujer rebelde y enamorada de la libertad, arrastra como un huracán al débil Don José, que tomará demasiado tarde las riendas de su destino, ya al final, cuando afirma: …Me pueden detener… La he matado.
Carmen, no fue extraída del desván de los olvidos cuando Georges Bizet decide convertirla en soporte de la nueva ópera que, en 1872, le ha encargado la dirección del Théâtre de l’Opéra-Comique de París. Tras la primera publicación en 1845, se suceden siete reimpresiones más, todas ellas anteriores al estreno de la ópera. La obra encargada, tenía un destino claro y manifiesto: un local determinado que respondía a las características de su nombre, “L’Opéra-Comique”, y por toda una tradición que traía consigo un tipo de público determinado, entre cuyos gustos, no figuraba -según sus propios directores- el tolerar que se mostrase una muerte, un crimen, desde el escenario. Georges Bizet no era tampoco un autor primerizo en este género; sabía a qué atenerse, y con qué estilo de cosas debía responder. Sorprende por ello, la elección por parte de Georges Bizet, de una obra como la novela de Prosper Mérimée, tan repleta de escenas de mala vida y de crímenes pasionales. Es curioso, también, la elección de los libretistas Ludovic Halévy y Henri Meilhac, especializados exclusivamente en el teatro llamado de boulevard, por su tono desenfadado y alegre, con el que, por otra parte, habían conseguido triunfos y celebridad.

Por tanto, frente a la opinión tan extendida que presenta a Georges Bizet “traicionado” y en perpetua polémica reivindicativa ante la dirección del teatro y los dos libretistas, para que no se desvirtúen los rasgos más atrevidos de la Carmen de Mérimée, quizás sea más consecuente otra posible hipótesis: Georges Bizet creyó, inicialmente, que la novela podría adecuarse a su intención de crear una ópera cómica tradicional. A eso se comprometió espontáneamente y a eso se atuvo durante los primeros esbozos musicales. Pero surgió algo que, aunque pertenece al ámbito misterioso de la creación artística, Georges Bizet, al querer darle vida musical a Carmen, ésta adquiere una fuerza y una potencia en la imaginación del compositor, que ya no le resulta imposible reducirla a los estrictos límites de una ópera cómica. El personaje se le rebela, se desborda de su estructura inicial; aparece en la creación del mismo, su preferencia por un tipo de mujer que encuentra en Carmen, su mejor exponente.
Esta ambivalencia que le mediatizó, fue singularmente rica para la ópera. Recuérdese que no despertó aquella exaltada admiración de Niestzsche por Carmen; fue la forma que tuvo Georges Bizet de cohesionar lo que llamaría la superficialidad profunda, de lo ligero y lo serio, con lo cómico y lo trágico.

CARMEN ,  ópera en cuatro actos de  Georges Bizet, a partir de un libreto original de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, según la obra homónima de Prosper Mérimée, publicada por primera vez en 1845.